Cine debate

on 21/2/13


Cine debate sobre despenalización con Gustavo Hurtado de invitado




Bancando las tomas de colegios

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Un domingo a la medianoche bien podría haber sido en Balboa al 200, justo atrás del cementerio de la Chacarita, un concierto del silencio dirigido por las estrellas que, justo allí, no se mueven nunca. Pero sí, es cierto que florecen flores con la primavera, y estaban todas juntas ahí, en el Esnaola, iluminando la noche con la música omnipresente en un colegio tomado por estudiantes que se disponían a pasar su quinta noche durmiendo en el piso, entre grullas hechas con partituras e instrumentos de todo tipo y color. Casi en la entrada terminaba una larga cola de jóvenes que esperaban su cena, preparada y servida por algunos compañeros. El sonido de una guitarra, una pelota que se agitaba en el patio de cemento y dos skates que interceptaban el picadito se convertían en el símbolo de la distensión de un final de domingo agitado. Es que durante el día los estudiantes habían realizado un festival de música para la comunidad educativa y los vecinos; por supuesto, con ellos como protagonistas de la jornada. Es que los pibes son artistas y, como si fuera poco, alumnos que están en lucha.


Las voces
“Nos afecta el cambio –explica Lautaro- porque cambia sustancialmente al colegio: actualmente funciona el Magisterio de música y tenemos el bachillerato como complemento. Con el plan actual cambiaría el orden de valor, ya que sería obligatorio el bachiller y el Magisterio quedaría relegado, con materias opcionales”. Sucede que desde el Ministerio de Educación porteño, a cargo de Esteban Bullrich, el 11 de septiembre se les comunicó que el Magisterio iba a ser reemplazado por un Certificado de Intérprete, que no da salida laboral, y al cambiar el título también cambia la currícula, ya que se suprimen las materias pedagógicas que los habilitan como maestros. “El PRO es uno de los peores gobiernos que tuvimos. Expresa las mismas políticas que el menemismo. Está destruyendo todo lo público, la salud, la educación, y la cultura”, afirma Fernán, que se une a la charla, y completa a Lautaro: “A nosotros nos quieren sacar lo más importante. Las currículas se tienen que adaptar a la nueva Ley de Educación, pero el Gobierno no consulta sobre cómo modificarlas”, se indigna.
Mientras recorremos las aulas atiborradas de instrumentos, con el detalle de los cartelitos que anuncian normas de convivencia en tiempos de toma (No fumar ni tomar, o Todo lo sucio que veas, limpialo), nos cuentan que los padres de los treinta chicos que están esta noche ahí (y en general de casi todos los estudiantes) apoyan la toma. “De hecho, todas las noches un padre se queda a dormir con nosotros”, cuenta Lautaro. “Los profesores apoyan, y los que no tampoco han venido para repudiarnos. El director asiste todos los días para corroborar que todo esté bien”, destaca, y Fernán agrega que “la Cooperadora se está encargando de enviar mails y hacer llamados telefónicos para reafirmar que los estudiantes estamos responsabilizándonos por el edificio, que estamos cuidando el patrimonio del colegio, que lo que hacemos no es para joda, sino que es por algo serio que estamos pasando todos los días acá, durmiendo en el piso. No es algo que nos guste hacer. Tomar un colegio es una medida extrema, y por eso nos hacemos cargo de nuestra decisión”.
Nos sentamos todos en ronda, en el patio del colegio, para conversar sobre la toma. Un plato cargado de lo que parecían ser mostachones con tomate y un poco de crema gira alrededor del círculo. Entonces nos cuentan que, además del cambio curricular, los estudiantes del Esnaola tienen un reclamo histórico que los llevó a tomar el colegio en el “estudiantazo” del 2010, e incluso organizaron el mes pasado un recital en la puerta del Ministerio para protestar: hace más de 15 años les prometieron que se iba a terminar un nuevo edificio, mejor equipado, para mejorar la calidad educativa: “Estamos colapsados; tenemos clases en la cocina, en la biblioteca y en la preceptoría. Con la finalización del Polo Educativo, donde también hay otros cuatro colegios, tendríamos un nuevo edificio, más grande y con aulas con mejor acústica”, dice Fernán. A raíz de la lucha que emprendieron hace dos años se retomaron las obras, pero el plazo pautado ya venció hace un mes y no tienen noticias de cuándo va a terminar.
El proyector funcionando en una de las aulas ambientada para un cine-debate anuncia nuestra retirada, no se puede dilatar más la película ya que hay que dormir para la jornada de limpieza que les espera a la mañana siguiente. Dejamos el colegio con un canto que se escucha a lo lejos, desde la ventana a punto de cerrarse.


En (el barrio de) Flores
Tenemos la primera imagen de los estudiantes del Fader cuando miramos al piso: cinco chicos nos abrien en medias. Ya cenaron y preparan todo para las ocho de la mañana, unas seis horas después, ya que hay que levantarse para la asamblea matinal. Porque, al igual que en el Esnaola, si se toma el colegio, se toma con responsabilidad: con cronograma que incluye horarios de dormir, de comer, asambleas, festivales, charlas debate con la comunidad. “A las ocho nos levantamos todos los días, hacemos el desayuno, cada uno guarda sus cosas, sus bolsas de dormir, ordenamos las aulas, hacemos asambleas, leemos los diarios todos juntos, por lo general hacemos una jornada de limpieza tranqui, y después empezamos con actividades y talleres que van variando por día. Con el trascurso de las horas vienen profesores, padres, hacemos asamblea a la tarde y a la noche antes de dormir”, nos cuenta Sofía, en un aula que parece ambientada para el debate, con sillas formando un círculo, en medio de papeles que nos dicen que el arte, como la política, no diferencia cronologías. “No queremos que nos saquen lo que tenemos. En Fader particularmente corren peligro las especialidades del Ciclo Superior, Diseño de Interiores, Artesanías Aplicadas y Diseño y Promoción Publicitaria, y hay talleres de Ciclo Básico que nos preparan para esas especialidades y también están corriendo peligro, como la materia Composición que es clave ya que es una materia del primer año en la que aprendemos a dibujar”.
Cuando vamos al patio, un montón de faroles de colores, que algunos prefieren llamar murales, resplandecen en el medio de varios grupitos que tienen ganas de permanecer despiertos un poco más, con guitarra en mano, comiendo galletitas. Una escena que tranquilamente podría transcurrir (si, por un momento, no consideramos a las estrellas) en un picnic de primavera. Una máscara de Macri baila en las cabezas de los chicos y permite que todo se distienda. “No se puede esperar que el PRO meta mano en las currículas para mejorarlas. Esta metida de mano, esta baja de calidad educativa tiene el objetivo claro de desaparecer las escuelas públicas para apuntar a la educación privada, siempre fue ese el objetivo y sólo estaban buscando herramientas para hacerlo. Pero la justificación que siempre ponen es que se adecuan al marco de Nación. O sea, siempre tiran la pelota para otro lado”, denuncia Sofía.


Unidos y coordinados
En Flores y Chacarita encontramos varias cosas en común. La capacidad política y la convicción artística, claro, pero además, la forma en que ellos se conciben como estudiantes. Algunos de ellos son militantes barriales, pero aclaran: “de la puerta para adentro luchamos por nuestro colegio”. No hay elecciones, no hay presidente, no hay jerarquías: simplemente, el órgano máximo de decisión lo tiene la asamblea en donde todos los alumnos debaten y proponen. “En lo personal, creo que con esta forma de participación todos nos sentimos parte de la toma. Sabemos que este cambio que se quiere hacer no sólo nos afecta a nosotros en lo inmediato sino también a los que van a venir, por eso creemos que la responsabilidad es de todos y para todos. En el Esnaola sabemos que todos tenemos los mismos derechos y la misma participación en las asambleas, y ahí elaboramos las normativas de la toma, lo que se puede hacer, lo que no, decidimos los talleres que se harán, los festivales, todo”, nos cuenta Lautaro.
La Coordinadora de Estudiantes de Base se formó este año: “Con el cambio de currícula se nos venía una problemática encima y la coordinación anterior de los estudiantes no podía ser funcional a lo que pasaba. A veces, hasta nos daba vergüenza contarles al resto de los estudiantes lo que se debatía en esas asambleas”, cuenta Sabrina, del Fader, y su compañera Sofía completa: “Ahora no somos un grupo aislado de pibes que hace política partidaria en la escuela. Para esta toma votamos todos, los 700 que somos, y el 93% del estudiantado votó a favor de la medida de fuerza”. En el Esnaola, Lautaro dice: “los estudiantes entendemos que es importante que la lucha sea de manera generalizada. Si no hay una medida conjunta, no se le va a dar importancia al tema. Por esa razón nosotros articulamos con otros colegios a través de la CEB. La unidad es la prioridad ante todo”.
Esa noche volvimos a nuestras casas movilizados por una forma de hacer política que se esconde bajo los estereotipos de la juventud que, aún hoy, arrastra los resabios de un período que desgarró a los jóvenes de la utopía y los colocó en la praxis de la pelotudez. En el Esnaola y el Fader, en donde decenas de chicos cerraban su bolsa de dormir, guardaban la última guitarra, apagaban las luces del salón o lavaban el pincel para mañana, encontramos formas nuevas, vanguardias, unidad de estilo y acción. En fin, la política concebida como arte, o el arte que hace política, en esos chicos que la tienen tan clara que solo nos queda envidiarlos un poquito.

Por Marisol De Ambrosio y Fernando Ressia
Fotos: Silvina Galzerano

Especial para el suplemento jóven Ni a Palos.



  





























¡No al cierre de Casa Orilla!

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¡No al cierre de los Centros Culturales en la Ciudad!


¡Basta de privatizar la cultura!

Declaración:

Organizamos una fiesta para demostrarle al PRO que no estamos muertos y para elevar nuestro reclamo por una Ley de Centros Culturales que nos ampare. Ellos nos clausuran y nosotros festejamos porque la cultura es un derecho y no un privilegio. 

Vivimos en una ciudad donde la cultura es pensada como un negocio y sólo hay espacio para grandes shows cosméticos. La política cultural del PRO es entendida como puro marketing sin contenido y su máxima representación es la imagen de Mirtha Legrand y Ricardo Fort en la reapertura del Teatro Colón. Las actividades culturales que la gestión macrista promueve no impulsan la cultura. Son grandes shows sin ningún contenido emergente. 

¿Y los nuevos artistas de dónde salen?

De casas culturales, donde realmente se nota que es necesario que existan para que los artistas puedan contar con un espacio que no los quiera explotar. Desde el comienzo de la gestión amarilla se vienen cerrando sistemáticamente centros culturales sin fines de lucro. El motivo que esgrimen es que es necesario sacar una habilitación como café-bar y pagar impuestos elevadísimos. Esto no se puede hacer porque la idea de estos lugares no es tener un local comercial. El único fin es que puedan desarrollar su actividad artistas que no tienen dónde hacerlo. Entonces, no tenemos habilitación porque no existe la figura legal que nos ampare.

Hacemos la fiesta para volver a encontrarnos con todos los amigos de Casa Orilla, para difrutar de los artistas amigos de nuevo, y para recaudar dinero para que el espacio siga existiendo ya que al ser autogestivo la única fuente de recursos es el trabajo en la casa. 

Creemos que hay que fomentar los pequeños centros culturales barriales que se piensan sin fines comerciales. Por eso apoyamos el trabajo grandioso de nuestros amigos de MECA, que nos vienen ayudando con total desinterés. Esperamos que para fin de año salga la Ley de Centros Culturales que hasta ahora está cajoneada y ver si de ese modo se empieza a ver a la cultura como un derecho y no como un privilegio.

Si amamos Buenos Aires es porque está repleta de casas culturales que la convierten en una de las capitales culturales del mundo. Y nosotros trabajamos aportando humildemente a ese fin.


Casa Orilla y Casa del Pueblo




Por una Ley de medios gráficos

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Debate en la Ex- ESMA con el staff de La Garganta Poderosa y Mario Wainfeld















Apoyo escolar en la 21-24

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Apoyo escolar en la Villa 21-24 





Cuarta reflexión en torno al kirchnerismo

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En la Biblioteca Nacional junto a Hernán Brienza, María Pía Lopez y Gisela Catanzaro